Der folgende Artikel erschien im chilenische Bergsportmagazin Escalando im August 2012. Der Originalartikel mit tollen Bildern kann als pdf heruntergeladen werden: La Reina Fueguina (nur in Spanisch).
La Reina Fueguina | |
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Una expedición alemana logró hacer cumbre al Monte Buckland, tan hermoso como misterioso y rara vez visto anteriormente. Después de 46 años de silencio, la cordada alemana marcó el segundo ascenso en absoluto, al abrir una nueva ruta en estilo alpino en la cara noreste.(Por Markus Kautz) | |
La Cordillera Darwin, ubicada al extremo sur del continente americano, provee un potencial infinito para los montañeros en cuanto a primeros ascensos y rutas inexploradas, pero también les exige ciertas capacidades adicionales, tales como organizativas, físicas y mentales. Aunque las cumbres no exceden alturas mayores a 2.500 m, las condiciones climáticas y la complicada logística del acercamiento conservaron grandes partes de la cordillera como terreno virgen. De hecho las cimas principales apenas cuentan con raros ascensos, entre ellos los montes Sarmiento, Shipton, Darwin y Roncagli. Y uno de ellos, el magnífico monte Buckland (1.746 m), fue despertado este año por nuestra expedición tras un sueño profundo de más de cuatro décadas. El Buckland que parece una cuña de hielo que se levanta directamente desde los fiordos del archipiélago fueguino, fue ascendido por primera vez en 1966, por una expedición italiana de los “Ragni di Lecco” conformado por Carlo Mauri, Casimiro Ferrari, Guiseppe Pirovano, Luigi Allipi, Guido Machetto y Cesare Guidici. Su forma parece a una cuña de hielo que se levanta directamente de los fiordos del archipelago fueguino. Antes, en 1929, el alemán Gunther Plüschow se convirtió en el primero que sobrevoló la Cordillera Darwin con su pequeña avioneta, llamada “Silberkondor”, y denominó al Buckland Reina Fueguina, debido a que dominaba la parte occidental de la cordillera junto al que sería su esposo, el rey Sarmiento. Documentarnos se nos hizo bastante difícil, pues encontramos escasa información útil sobre la montaña. De hecho, las primeras fotografías de Plüschow de la cara nordeste del monte Buckland formaban parte de lo poco que teníamos. Dado lo anterior, nos pusimos en contacto con Cesare Guidici de la expedición de 1966 y, él nos pudo contar acerca de la cara Sur, por donde subieron. Pero, ¿y qué hay acerca de las otras? Nada. Salvo una escasa escena despejada de una imagen satelital. Bueno, lo desconocido para exploradores suele ser lo más interesante. Así, nos pusimos en las huellas de Agostini, Plüschow, Mauri y sus compañeros. Aproximación Nuestra expedición estaba constituida por siete integrantes: Daniel Gross, André Kunert, Markus Kautz, Robert Koschitzki, Franz Goerlich, Barbara Schmidt y Michael Nadler. Después de llegar al último punto accesible, usando vehículos 4×4, en el suroeste de la Isla Grande de Tierra del Fuego, continuamos con dos zodiacs llevándonos más de 500 kilos de carga, rumbo à la Bahía Fitton. Lo cierto es que tomamos conciencia del significado “virgen” en el momento que bajamos del bote: cada paso a partir de la playa era uno que nadie había hecho hasta el momento. Ni un rastro de huella humana; pura vegetación formada por siglos. Una red verde de ramas, troncos, musgos, líquenes, hojas y espinas… Hacer un camino que después sirviera para los repetidos porteos se volvió dificil y bastante agotador, sin mencionar el peligro latente que ofrecía el terreno. Debíamos pasar por un valle profundo con partes muy empinadas, donde incluso hubo que asegurar los porteos con cuerda. Nos tomó una semana avanzar 5 kilómetros y subir 300 metros, a un sitio que se convirtió en nuestro Campamento Base (CB): un bonito punto situado en la ribera de una laguna y con vista (al menos teóricamente) de la cara noreste del Buckland. “Silberkondor” El problema era que ésta, que unas décadas atrás estuvo totalmente tapada por el glaciar, tenía una ancha zona de roca vertical, sin ninguna opción para escalarla porque estaba casi en su totalidad amenazada por seracs colgantes. “¡Tal vez por ahí!”, dijo Robert, al ver una posibilidad por la Cresta Norte, pasando la imposible zona rocosa por su margen derecho. Y de ahí, en el collado mismo, parecía que se podría instalar un excelente lugar para instalar un campamento alto (CA). ¡Había que ver! |
Después de un intento fracasado, justo arriba del CA, por razones de mal tiempo, el pronóstico comunicado por teléfono satelital (que normalmente para esta región variaba entre malo y feísimo), nos dio algo de nueva motivación: “el 29 y 30 de enero poco viento, pocas precipitaciones”. ¡Ok, adelante! Subimos nuevamente los tres — Robert, Dani y yo — por el glaciar inferior hasta el CA (1.100 m). La tarde fue hermosa y por primera vez se pudo ver la cima del Buckland por completo. Eso nos ayudó bastante en localizar exactamente la ruta proyectada. Pero ocurrió lo típico: en la noche el tiempo empeoró. Debo confesar que me sentí algo extraño de estar completamente pendiente de la gracia meteorológica… En fin, el 29 de enero, a las 7:00 de la mañana, con la calma de los chubascos iniciamos el primer largo mixto (50°) que subía del collado à la arista norte. Luego, seguimos el filo rocoso (de pésima calidad) por unos 300 metros hasta la vertiente vertical. Aquí la ruta iba por terreno mixto (55°), por dos largos, para llegar à la meseta glaciar superior. Continuamos hacia la pared somital, donde, a las 13:00 horas, nos topamos con una rimaya que se extendía de lado a lado. Si bien es cierto que podíamos quizás hacerle el quite dirigiéndonos muy à la derecha, optamos por cruzar directamente. Robert lideró valientemente este largo crux compuesto de mal hielo vertical (25 m., WI4). Después otros 3 largos subiendo por la canaleta de hielo (50 – 65°) llegamos al filo cumbrero. Para nuestra sorpresa, éste en realidad no era tan angosto como parecía en la foto del Plüschow, pues toda la cima era una construcción del viento, temporalmente variable en sus formas y completamente compuesto de hielo y escarcha. Eran las 19:00 horas, y en condiciones de casi “whiteout” subimos al punto estimado como más alto del filo (1.746 metros, medido con GPS), seguido por el abrazo más esperado de mi vida: ¡¡ CUMBRE !! Epílogo Sin duda el grupo Buckland aún posee un potencial interesante para expediciones futuras. Recién en abril 2012 otra expedición alemana-suiza llogró el primer ascenso del monte Giordano (1.517 m), un vecino del Buckland. Todavía existen varias cumbres importantes sin ascenso, entre ellas los montes Sella (escalada de roca, probablemente de menor calidad) y Biella (hielo). El mismo Buckland visualmente no ofrece otra línea tentadora, porque los lados sureste y noroeste de la cuña presentan terreno extremadamente empinado. La expedición agradece a sus auspiciantes, particularmente el Club Alpino Alemán (DAV) por su apoyo financiero. Además se quisiera mencionar el apoyo logístico por parte de Cristian Donoso. Más detalles y fotos de la expedición disponibles en www.mtbuckland.com. Ficha técnica: La expedición alemana exploró los incógnitos alrededores norte y este del monte Buckland entre el 15 de enero al 11 de febrero 2012 logrando los siguientes ascensos: Monte Buckland (GPS: 1.746 m., S 54°22,594 /O 70°21,677) Ruta: “Silberkondor” (Cóndor de plata), cara noreste, 65°, WI4 /grado D; la ruta fue nombrada en honor al avión del explorador Gunther Plüschow. Monte Niebla (GPS: 1.430 m., S 54°25,163 /O 70°15,667) Monte Bella Vista (GPS: 825 m., S 54°24,594 /O 70°20,672) |
Der folgende Artikel erschien auf der Bergsportseite der Dresdner Neueste Nachrichten am 14./15.04.2012:
Eine feucht-fröhliche Erfahrung | |
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Dresdner erklimmen drei Berggipfel am anderen Ende der Welt (Von Anette Thoma) | |
Man stelle sich vor: eine sprichwörtlich grüné Hölle, ein fast senkrechter Hang, nur an einer engen Stelle passierbar, Dickicht, Buschwerk, dazu schlechte Sicht, Kälte und Nebel. Willkommen im Kaltregenwald von Feuerland! Dorthin hat es eine siebenköpfige Bergsteiger-Gruppe aus Sachsen zu einer Expedition verschlagen. Das Ziel: Die Zweitbesteigung des Monte Buckland, der sich inmitten der unwirtlichen und kaum erforschten südamerikanischen Gebirgskette Cordillera Darwin erhebt. „Ich habe so etwas noch nie erlebt. Das ist definitiv eines der nachhaltigsten Erlebnisse der Expedition“, betont Daniel Groß aus Dresden, einer der Bergsteiger. Robert Koschitzki, sein Team-Kollege und ebenfalls Dresdner, pflichtet ihm bei. „Wir haben uns mit Macheten durch den Busch gekämpft. Für fünf Kilometer haben wir fünf Tage gebraucht“, ergänzt er. „Und das mussten wir drei Mal machen, wir hatten an die 500 Kilogramm Gepäck.“ Nach einer Vorbereitungszeit von eineinhalb Jahren begann Mitte Januar die Expedition nach Feuerland. „Die Herausforderung war nicht vorrangig körperlich, sondern eher logistischer und finanzieller Natur“, erklärt Daniel Groß. Insgesamt mussten 25000 Euro in die Expedition gesteckt werden — ein Betrag, den die sieben Teilnehmer niemals alleine hätten aufbringen können. Aus diesem Grund haben die Bergsteiger zu einer Postkarten-Aktion aufgerufen: Jeder, der mindestens sieben Euro spendete, bekam eine Grußpostkarte vom anderen Ende der Welt zugesandt. Besonders aus dem Familien– und Freundeskreis kam auf diesem Wege einiges zusammen, dennoch waren sie auf die Unterstützung von Firmen und auf Sponsoring angewiesen. Fördermittel stellten beispielsweise der Deutsche Alpenverein und die Akademische Sektion Dresden bereit. Die Gipfelbesteigung des Mt. Buckland war eine schwierige Aufgabe für die Bergsteiger. „Die Wetterlage war stabil instabil“, scherzt Daniel Groß. Ständiger Wechsel, Sturm, Eis und Schnee: keine günstigen Voraussetzungen für die Erklimmung eines Gipfels. Nur ein italienisches Team bezwang den Monte Buckland vor ihnen — im Jahr 1966. „Als wir oben angekommen sind, waren wir grundsätzlich erst einmal froh und erleichtert, aber auch enttäuscht“, so Robert Koschitzki. Der Grund: wieder das Wetter. „Wir hatten eine Sicht von ungefähr 15 Metern, dazu Sturm. Nach einer Stunde sind wir wieder abgestiegen. Es war wirklich eine feucht-fröhliche Erfahrung.“ |
Doch auch wenn es im Nachhinein etwas enttäuschend war, sie „haben das geschafft, was wir schaffen wollten“, so Koschitzki. Neben dem Monte Buckland haben sie noch zwei weitere Gipfel bestiegen, beides waren Erstbesteigungen. Daher haben sie den Bergen auch eigene Namen gegeben: Der eine heißt nun Monte Bella Vista (was übersetzt so viel heißt wie „schöner Blick“) mit 825 Metern und der andere Monte Niebla („neblige Sicht“) mit einer Höhe von 1430 Metern. Und jetzt? Die Bergsteiger sind nach fünf Wochen Expedition seit Mitte Februar zurück in der sächsischen Heimat. Ihr Leben nimmt mittlerweile wieder den gewohnten Gang, doch war es für Robert Koschitzki nicht einfach, den Arbeitsalltag wieder einkehren zu lassen. „Die Nachbereitung hat mich damals täglich beschäftigt. Ich hatte zum Beispiel viel zu tun mit der Entwicklung des Bild– und Filmmaterials und mit der Aufarbeitung der letzten fünf Wochen.“ Koschitzki ist ausgebildeter Wirtschaftsingenieur und arbeitet am Institut für Photogrammetrie und Fernerkundung an der TU Dresden. „Die ersten beiden Arbeitstage habe ich verschlafen“, lacht er. Eine neue Expedition hat er noch nicht im Auge. Aber Lust dazu habe er auf alle Fälle. „Vielleicht Pakistan. Aber es ist noch nichts Konkretes geplant“, lächelt er. Bei Daniel Groß sieht es etwas anders aus. Er hat eine vierjährige Tochter und will sich in den nächsten Jahren erst einmal seiner Familie widmen. „Nach fünf Wochen Ausstieg weiß ich, was ich hier schätze. Man lebt von Kontrasten und so eine Expedition motiviert mich dann auch wieder für den Alltag und die Arbeit.“ Aber das Bergsteigen ist für ihn, wie auch für Koschitzki, ein „sehr ausgeprägtes Hobby, schon fast eine Sucht“. Deshalb wird Daniel Groß irgendwann wieder an einer Expedition teilnehmen. Angedacht ist jetzt erst mal ein Filmprojekt über die Historie der gesamten Tour. Dafür müssen allerdings noch Unmengen an Bildern und Filmen ausgewertet und sortiert werden. |
Der folgende Artikel erschien im Wintermagazin 2012⁄13 vom Freiluftwerk am 10.2012. Der Originalartikel mit vielen tollen Bildern kann als pdf heruntergeladen werden: Bergsteigen in Feuerland
Wo sich Fuchs und Biber gute Nacht sagen | |||||
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Bergsteigen in Feuerland | |||||
Wir, sechs junge Bergsteiger und eine Bergsteigerin [1] machten uns Anfang des Jahres auf den Weg in eine der abgelegensten Gegenden der Welt: in die Cordillera Darwin, so heißt die höchste Bergkette Feuerlands. Unser Ziel, der Monte Buckland, ist eine der schönsten Berggestalten dort am Südzipfel Südamerikas, ein fast 1.800 m hoher Eiszahn, welcher weithin sichtbar aus den umgebenden Fjorden herausragt. Würde dieser Berg in einer etwas zugänglicheren, und weniger wettergeplagten Region stehen, er wäre schlichtweg ein Traumziel für jeden Bergsteiger. So jedoch scheint es bereits ein kleines logistisches Abenteuer, um nur an den Fuß dieses Berges zu gelangen. Erreichbar ist er nur per Boot durch die Kanäle Feuerlands. Nur einmal nahm bisher eine Expedition diesen beschwerlichen Weg auf sich: Italienischen Bergsteigern um die bekannten Patagonien-Pioniere Carlo Mauri und Casimiro Ferrari gelang 1966 die Erstbesteigung des Monte Buckland auf seiner Südwestseite. Wir wollten nun eine neue Route von Norden her eröffnen. Von dieser Seite hat bisher kaum ein Mensch den Monte Buckland gesehen. Lediglich ein Satellitenbild und wenige Luftaufnahmen aus den 1920er und 1950er Jahren ließen ungefähr abschätzen, welche Verhältnisse unsere Expedition dort erwarten würde. BIS ANS „ENDE DER WELT“ Anfang Januar war es soweit: Beim Landeanflug auf Punta Arenas (Chile) verspürte jeder von uns das bekannte Kribbeln im Bauch, die leichte Anspannung, die sich einstellt, sobald etwas Neues, Unbekanntes bevorsteht, dessen Ausgang aber unklar ist. Schließlich ist eine Expedition in die Cordillera Darwin ja auch nicht mit einer Hüttentour in den Alpen zu vergleichen. Gut eine Woche hatten wir für die Vorbereitungen in der südlichsten („Groß-“)Stadt der Welt, direkt an der Magellanstraße gelegen, benötigt, um alle Formalitäten und Einkäufe zu erledigen. Gleichzeitig konnten wir das chilenische Leben in Form von Pisco und Rotwein aufsaugen und uns an die etwas langsamer tickenden Uhren gewöhnen. Im Anschluss brachen wir Richtung Süden auf und erreichten nach einer staubigen 12h-Autofahrt schließlich die Westküste Feuerlands, den Ausgangspunkt für unser Abenteuer. Am Horizont türmten sich die Berge der Cordillera auf, die immer wieder unsere Blicke in ihren Bann zogen. Nach einem entspannten und äußerst leckeren Asado am Abend verpennte unser Schlauchboot-Skipper den nächsten Morgen – auch das gehört zum chilenischen Lebensgefühl. Schlussendlich fuhren wir dennoch gen Süden und erreichten die Bahía Fitton nach 2,5 Stunden schaukelnder Überfahrt. Mit einem riesigen Haufen Ausrüstung (450 kg) wurden wir am Strand abgeladen und schauten den zurückfahrenden Booten mit einem etwas flauen Gefühl hinterher. Die nächsten 25 Tage würden wir auf uns allein gestellt sein, und jegliche Rettung im Fall der Fälle würde einen extremen Aufwand bedeuten. Aber genau diese Abgeschiedenheit war es, die wir suchten, fern von Alltag, Routine und Bekanntem – einfach nur wir inmitten ursprünglicher Natur und atemberaubender Berge. Apropos, Berge – das Ziel unserer Begierde, den Monte Buckland, konnten wir bereits auf der Überfahrt steil und abweisend durch die Wolken aufblitzen sehen. Mehr als anderthalb Jahre hatten wir für die Vorbereitung der Tour benötigt, nun trennten uns von seinem Fuße nur noch knappe fünf Kilometer. Also schulterten wir jeder die ersten 25 kg Gepäck und schlugen uns durch einen schmalen Streifen Küstenregenwald. Im Anschluss daran folgte eine Art offene Wiesenfläche, die bei jedem Schritt gluckerte und unsere Schuhe teils knöchel-, teils wadenhoch mit Wasser und Schlamm umspülte. Nicht zuletzt hatten Biber die Landschaft geprägt, sodass wir ganze Waldgebiete auf zernagten Baumstämmen balancierend oder von einem zum anderen springend durchquerten – mit dem schweren Gepäck ein ganz besonderer Spaß. Am Ende des Tages waren wir völlig ausgebrannt, aber dennoch froh, nach Stunden endlich einen halbwegs vernünftigen Zeltplatz gefunden zu haben. Die Bilanz des ersten Tages verwies auf eine zurückgelegte Wegstrecke von zwei Kilometern und einen Höhengewinn von etwa 40 m, das Ganze mit einem Drittel des Gesamtgepäcks! Noch ernüchternder war der Weiterweg: Links und rechts des Lagers zogen steile Felswände unüberwindbar in die Höhe und ein reißender Wasserfall schien den Talabschluss zu bilden. Um nicht kurz nach der Ankunft bereits aufgeben zu müssen, bedurfte es einiger Kreativität und Spürsinn. Bewaffnet mit Kletterzeug und Macheten überwanden wir nahe dem Wasserfall eine 30m-hohe, glitschig bewachsene Steilstufe und schlugen uns durch das überwölbende Dickicht und den daran anschließenden Regenwald. Mehrere Fehlschläge und der beständig leichte Regen waren wenig motivierend, und dennoch erreichte der Spähtrupp ein lauschiges Plätzchen an einem See mit Bergpanorama. Nach insgesamt fünf Tagen hatten wir dann schließlich das gesamte Gepäck ins dortige Basislager geschleppt. GIPFELSIEG AM MONTE BUCKLAND In den folgenden Tagen erkundeten wir die Umgebung und bestiegen einen kleineren Berg, den wir „Monte Bella Vista“ tauften. Die erste Erkundung am Buckland endete etwa 500 Höhenmeter unter dem Gipfel. Unangenehmes Wetter und schlechte Sicht verhinderten einen ambitionierten Versuch. Wie beim ersten Anlauf blieb auch beim zweiten Versuch ein paar Tage später ein Teil der Crew im Lager zurück, teils aufgrund der fehlenden Erfahrung, aber auch um uns – dem Gipfelteam Robert, Dani & Markus – Rückendeckung zu geben. Zügig stiegen wir in den Sattel am Grat auf, wo auch schon beim ersten Mal unser Hochlager gestanden hatte. Wir starteten am Folgetag nach anfänglichem Schneegriesel gegen sieben Uhr morgens mit blauem Himmel Richtung Gipfel. Auf dem oberen Gletscherplateau überraschte uns ein erneuter Schneeschauer, und der Blick zum Gipfel wurde immer öfter von Wolkenfeldern versperrt. |
Aber vor uns lag nun nur noch die 200 m hohe Gipfelflanke, über deren gesamte Breite sich allerdings ein mächtiger Bergschrund zog. Das Umgehen hätte viel Zeit in Anspruch genommen, sodass wir uns für die Direttissima entschieden. Je näher wir der Verwerfungszone kamen, umso abweisender und schwieriger erschien sie. Da Robert der Hauptverfechter der Direktvariante war, musste nicht lang um den Vorstieg geknobelt werden. Die unteren Meter wühlte er sich durch tiefen Schnee, und schon bald querte er in teils schlechtem Eis zur Schlüsselstelle hinüber. Der Eisüberhang hatte es wirklich in sich! Weiches, schwer abzusicherndes Eis, und am Ausstieg fanden die Eisgeräte keinen Halt auf der oberen Firnflanke. Irgendwie mogelten wir uns dennoch alle darüber, und in weiteren drei Seillängen erreichten wir kurz nach 19 Uhr den Gipfel [2], ganze 46 Jahre nach der Erstbesteigung! Gern hätten wir unseren Sieg über den Buckland ausgiebig gefeiert, den unbeschreiblichen Blick über die Fjordlandschaft der Cordillera Darwin in vollen Zügen genossen und den atemberaubenden Sonnenuntergang am Ende der Welt in uns aufgesogen, doch irgendwie hinderten uns die dichte Wolkensuppe mit etwa 15 m Sicht und der beißende Wind, der unsere Seile in wenigen Minuten stocksteif gefroren hatte, daran. Wir beschränkten uns also auf die so lang ersehnte Gipfelumarmung und den im Basislager erleichtert aufgenommenen Funkspruch. Der Abstieg gestaltete sich wesentlich zügiger als erwartet, denn trotz der schlechten Firnund Eisqualität in der Gipfelflanke konnten wir an drei passablen Eissanduhren bis unter den Bergschrund abseilen. Unsere Aufstiegsspuren waren inzwischen teils verblasen, teils zugeschneit, und die nahende Dunkelheit erschwerte die Wegfindung zusätzlich. Gut 19 Stunden nach unserem Aufbruch erreichten wir schließlich gegen 2 Uhr nachts die Zelte und ließen uns schlapp, aber zufrieden in die Schlafsäcke sinken. ZWISCHEN EUPHORIE UND RESIGNATION Nach dem Abstieg ins Basislager störte uns der andauernde Regen, der auch ab und zu als Schnee niederging, für’s Erste nicht wirklich. Etwas Zeit zur Regeneration kam uns gerade recht. Nach dem tollen Erfolg am Buckland waren wir guter Dinge, weitere Berge mit dem gesamten Team bezwingen zu können. Nachdem es allerdings auch im Basislager mehrere Tage von früh bis spät durchgeregnet (bzw. geschneit) hatte, warteten wir sehnsüchtig auf Wetterbesserung. Stattdessen fiel der Luftdruck stetig weiter, und ein Tiefststand jagte den nächsten. Unmut machte sich breit, Langeweile kam jedoch nicht auf. Der anhaltende Niederschlag hatte unsere Zelte unterspült und verlangte unsere Fähigkeiten als Kanalbauer. Als schließlich auch noch die Latrine überlief und die braune Soße sich anschickte, Richtung See und Gruppenzelt abzufließen, kam die Gruppe in Schwung. Verständlich, dass das Motto der letzten Tage beschrieben wurde mit: „So wenig Spaß für so viel Geld!“. Der einzig vergnügliche Lichtblick war der Besuch eines wunderschönen Feuerlandfuchses, der fast ohne Scheu und mit viel Neugierde unser Basislager durchstöberte. Ähnlich dem Fuchs ließen auch wir uns vom Wetter jedoch nicht unterkriegen und starteten an einem Morgen mit guten Aussichten gen Osten. Unser Ziel war ein wilder, noch unbenannter Sporn in der Hauptkette nordöstlich vom Monte Buckland. Am Himmel tobten die Wolken nach feuerländischer Manier bizarr durcheinander. Die Gruppe war gut drauf und freute sich auf einen gemeinsamen Gipfelsieg mit toller Sicht. Beim Überschreiten der Hauptkette nach Norden hüllten sich die umliegenden Berge jedoch langsam in Wolken, und wenig später tauchten auch wir ein in das diffuse Grau. Die umliegenden Fjorde verschwammen im Nebel, und die vor uns liegenden Gletscherspalten verloren im milchigen Schleier an Bedrohung. Vom Gipfel war noch lange keine Spur, und leichter Niesel ließ die Motivation sinken. Die Gruppe trennte sich in einen unerschrockenen, vom Erkundungsgeist getriebenen Teil und einen etwas weniger risikobereiten, der den Rückweg antrat. Ersterer folgte seiner Intuition und bahnte sich einen Weg über mehrere Steilstufen in den Sattel am Gipfelgrat und erreichte den höchsten Punkt nach einer letzten bröckeligen Felslänge. Oben angekommen, bot sich das gleiche milchige Panorama wie eh und je. Wie treffend erscheint da der von uns gewählte Name für den Berg: „Monte Niebla“ (dt. Nebelberg). RÜCKMARSCH IN DIE ZIVILISATION Die letzten Tage hieß es dann erneut, das eingangs hochgebuckelte Gepäck wieder runterzuwuchten. Zum Glück hatten wir inzwischen gut 100 kg Trockenfutter vertilgt, und auch den Sprit für die Kocher als auch einige Pfunde Fettpolster hatten wir verbrannt. Dennoch brauchten wir zwei Tage, bis das ganze Material am Strand lagerte. Besonders die Querung eines Gletscherflusses hatte nochmal für etwas Aufregung gesorgt. War das ursprünglich kniehohe Flüsschen inzwischen bis kurz über den Schritt angeschwollen, so kostete es uns jede Menge Stehvermögen, um nicht auf unangenehmem Wege gen Tal befördert zu werden. Nicht schlecht staunten wir, als wir am letzten Tag auf der Halbinsel bei stahlblauem Himmel erwachten und in der gesamten Cordillera nicht ein Wölkchen auszumachen war. Dreieinhalb Wochen hatten wir uns durchs Dickicht geschlagen, hufschwere Ausrüstung umhergeschleppt und delikate Kletterstellen bei mäßigem bis absolutem Dreckswetter überwunden, nur damit wir am letzten uns verbleibenden Tag wie zum Hohn mit dem genialsten Wetter begrüßt werden? Es dauerte den ganzen Vormittag, bis wir uns mit dem Blau arrangiert hatten. Umso mehr Freude bereitete es dann, die Miesmuscheln am Strand aufzuspüren, sie im leckeren Sud zu köcheln und sie im Anschluss genüsslich schlürfend zu vertilgen. So ein Tag ist hier zum Bergsteigen in der Cordillera wie ein Sechser im Lotto, er kam leider diesmal zu spät, aber vielleicht wollte er uns auch nur motivieren, irgendwann wiederzukommen.
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Der folgende Artikel erschien auf der Seite unseres Ausrüstungssponsors Tatonka am 12.06.2012:
Abenteuer Feuerland: Anspruchsvolles Trekking in unberührter Natur | |
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Der Monte Buckland war das Ziel eines siebenköpfigen Bergsteiger-Teams aus Sachsen, das sich, mit TATONKA-Equipment ausgerüstet, im Januar 2012 zu einer vierwöchigen Tour nach Feuerland aufmachte. Die Route war denkbar anspruchsvoll: Von Norden her war der majestätische Berg kaum erschlossen worden. Der Reisebericht von Barbara Schmidt erzählt von den Strapazen, aber auch den Glücksmomenten dieser anspruchsvollen Tour.) | |
Eine Reise ins Ungewisse Sechs sächsische Bergsteiger und eine Bergsteigerin machten sich Anfang Januar 2012 auf den Weg zu einem Berg in einer der abgelegensten Gegenden der Welt: Robert Koschitzki, Markus Kautz, Daniel Groß, André Kunert, Micha Nadler, Franz Goerlich und Barbara Schmidt. Der Monte Buckland, das Ziel der Expedition, befindet sich in der Cordillera Darwin, die Teil des feuerländischen Archipels am Südzipfel des südamerikanischen Kontinents ist. Zu erreichen ist dieser Zahn aus Eis und Fels nur per Boot durch die Kanäle Feuerlands. Einmal nahm bisher eine Expedition diesen beschwerlichen Weg auf sich: Italienischen Bergsteigern gelang 1966 die Erstbesteigung des Monte Buckland von der Südwestseite. Mit einer halben Tonne Gepäck fernab der Routen und der Zivilisation Diesmal sollte eine neue Route von Norden her erschlossen werden. Von dieser Seite hat bisher kaum ein Mensch den Monte Buckland gesehen. Satellitenbilder und ein paar wenige Luftaufnahmen aus den 20er und 50er Jahren des 20. Jahrhunderts waren die einzige Möglichkeit einzuschätzen, was die Gruppe dort erwartete. Etwa eineinhalb Jahre Planung waren der Reise vorangegangen, bevor es am 16. Januar 2012 soweit war: Das Boot, das uns und unsere ca. 500 kg Gepäck am Strand der Bahía Fitton (Fitton-Bucht) abgeladen hatte, war nur noch ein kleiner weißer Punkt am Horizont und wir waren alleine, völlig abgeschnitten von jeglicher Zivilisation, abgesehen von einem Satellitentelefon. Anspruchsvolle Etappen durch schwieriges Gelände Die Wildnis Feuerlands zeigte sich sogleich von ihrer rauen Seite: Nach etwa fünf Stunden mit schweren Rucksäcken durch extrem unwegsames Gelände wie Sumpfwiesen, Gestrüpp und Wald, der aus umgestürzten Baumstämmen zu bestehen schien, waren wir heilfroh, zumindest eine Stelle zu finden, wo wir vorläufig unsere Zelte aufstellen konnten. Wir hatten gerade mal zwei Kilometer geschafft und vor uns verengte sich das Tal zu einer Steilstufe, die drohend aufragte. Unser geplantes Basislager lag laut der Satellitenbilder noch etwa vier Kilometer und 300 Höhenmeter vor uns. Vier weitere anstrengende Tage brauchte es, bis wir mit sämtlicher Ausrüstung endlich an einem idyllischen kleinen See unterhalb des Buckland-Gletschers angekommen waren. Die Steilstufe hatte sich zwar als überwindbar herausgestellt, allerdings nur mit Hilfe eines Fixseils. Heftige Wetterwechsel erschweren die Tour Die ersten Tage hatte sich das berühmt-berüchtigte feuerländische Wetter noch von seiner guten Seite gezeigt, wir konnten bei milden Temperaturen und verhältnismäßig wenig Regen zunächst die Umgebung erkunden. Nur der Buckland ließ selten sein Haupt sehen, meist verhüllte er es in seiner ganz persönlichen Gipfelwolke. In den folgenden Tagen zeigte das Wetter dann sein wahres Gesicht: Temperaturen zwischen 0 und 10° Celsius, ein Regenschauer jagte den anderen, der Luftdruck stellte immer neue Minimalrekorde auf, und eines Tages fielen mitten im „Hochsommer“ auf 300 Meter über Null tatsächlich große, nasse Schneeflocken. |
Im Team auf den Monte Buckland: Was für ein Erfolg! Trotz der widrigen Bedingungen gelang Robert, Daniel und Markus im zweiten Anlauf die Besteigung der beeindruckenden Nordwand des Monte Buckland. Vom Hochlager im Sattel am nördlichen Ende des Buckland-Gletschers erklommen sie in 12 Stunden über den Nord-Grat einen riesigen Bergschrund und über die Nordostwand den Gipfel der 1.746 m hohen „Königin Feuerlands“. Die Sichtverhältnisse waren bescheiden, die Aussicht auf dem Gipfel gleich null, trotzdem waren sie glücklich oben angelangt zu sein. Auch der Abstieg, den sie teils im Dunkeln bewältigen mussten, verlangte nochmal volle Konzentration und so erreichten sie nach 19 Stunden völlig ausgepumpt wieder ihre Zelte im Hochlager. Das „Basecamp“ fieberte mit Der Rest des Teams hatte den Aufstieg gespannt am Funkgerät mit verfolgt, über den Gipfelsieg gejubelt und konnte erst beruhigt schlafen gehen, als die erlösende Nachricht kam, dass alle drei das Hochlager wieder sicher erreicht hatten. Sie hatten es gerade noch rechtzeitig geschafft, denn in den folgenden Tagen verschlechterte sich das Wetter erheblich, so dass die Menge an Neuschnee sicher einen weiteren Versuch verhindert hätte. Die Besteigung des Nebelbergs markiert einen Endpunkt der Tour Leider ließ es auch in den verbleibenden Tagen kaum andere Aktivitäten zu. Robert, Daniel und Franz gelang noch eine Erstbesteigung, allerdings sagt der Name Monte Niebla (auf deutsch Nebelberg) viel über die Wetterbedingungen bei seiner Besteigung aus. Dann waren die dreieinhalb Wochen auch schon fast vorbei und es wurde Zeit, die Zelte abzubrechen und in die Bucht zurückzukehren. Auch der Rückweg zum Strand wurde nochmal eine ziemlich nasse Angelegenheit: Es regnete in Strömen, überall floss Wasser die Hänge hinab, tropfte von den Bäumen und bald waren wir völlig durchnässt, die Schuhe schmatzten bei jedem Schritt und sobald man stehen blieb, fingen die Zähne an zu klappern. Sonniger Abschied von Feuerland: Mit Stolz und unvergesslichen Erinnerungen im Gepäck Als wir jedoch am nächsten Morgen am Strand erwachten, trauten wir unseren Augen kaum: strahlend blauer Himmel und Sonnenschein, kein Wölkchen, soweit der Blick reichte. Der Tag, auf den wir seit vier Wochen gewartet hatten und der uns jetzt nichts mehr nützte! Wir entschlossen uns nach anfänglichem Ärger jedoch, die Sache mit Humor zu nehmen, die Sonne zu genießen und unsere Sachen endlich mal wieder zu trocknen. Alles in allem war es eine sehr spannende Expedition, völlig auf uns alleine gestellt hatten wir uns Wege durch die Wildnis gesucht, in die vorher vermutlich noch nie ein Mensch seinen Fuß gesetzt hatte, und einem Teil des Teams ist es tatsächlich gelungen, das große Ziel, die Besteigung des Monte Bucklands, zu erreichen. All das hätten wir ohne Hilfe und Unterstützung nicht geschafft. Vielen Dank an Tatonka für die Ausrüstung unter anderem mit Lastenkraxen, sehr hilfreichen wasserdichten Säcken und vor allem auch Erste-Hilfe-Ausrüstung, die wir zum Glück nicht benötigten. |
Der folgende Artikel erschien im American Alpine Journal im Herbst 2012.
Cordillera Darwin | |
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Monte Buckland (1,746m), northeast ridge and northeast face; Monte Niebla (1,430m), northeast face.
On January 29, 2012, Daniel Gross, Markus Kautz, and I reached the mystical and rarely seen summit of Monte Buckland by a new route, the northeast ridge and northeast face (D). We have called our line Silberkondor after the plane piloted by Gunther Plueschow, a German pioneering aviator who took the first pictures of Buckland’s northeast face during his exploratory flights in 1929. The only other reports on Buckland come from the Italian missionary Alberto M. de Agostini, who explored the area in 1912 — 13, and the notes from the strong Italian expedition led by Carlo Mauri, who in 1966 made the first and, until 2012, only ascent of the peak (summit reached by Allipi, Ferrari, Guidici, Machetto, Mauri and Pirovano). The Italians approached the mountain from the southern Agostini Fjord, and made the first ascent by the southwest face. Scarcity of information, challenging inaccessibility, nasty weather, and impenetrable rain forest couldn’t stop us exploring the fascinating wedge-shaped mountain of Buckland, located in the archipelago of Tierra del Fuego. From Punta Arenas we made a 12-hour drive on partly unpaved and rough roads to the southwest coast of Tierra del Fuego. To the south we caught the first glimpses of our goal, the snow covered peaks of the Cordillera Darwin. Crossing the fjord next day with two inflatable zodiacs, and passing east of Isla Dawson, we reached Fitton Bay (Bahía Fitton). After we’d unpacked our ca 450kg of equipment, the boats returned, cutting us off from civilization for the next three and a half weeks. Incredibly, it took five long and hard days just to establish base camp (300m), less than five km from the beach. These exhausting days were due to horrible bushwhacking through dense rain forests, which were often only passable with machetes, and negotiating open swampland. Added to this, the rain soaked us, made us freeze, and brought us close to despair. |
Over the next few days we explored the nearby area and climbed a relatively low hiking peak south of Buckland, naming it Monte Bella Vista (825m) after the beautiful view of surrounding peaks. Then Gross, Kautz and I made our first attempt on Buckland. From base camp we went west to access the glacier beneath the east pillar. We then traversed the lower glacier, exposed to the fall of the seracs that overhang the entire east face, to reach the northeast ridge, where we set up high camp at 1,100 m. The next day we climbed the first pitches of the ridge, but had to abort the attempt and return to base camp due to bad weather. On January 29 we made a second attempt from high camp, climbing mostly ice and mixed terrain to reach the upper glacial plateau below the summit headwall. Passing a difficult bergschrund (WI4), we followed the obvious central couloir (up to 65°) to the narrow summit ridge. In nearly whiteout conditions, we turned south and climbed the icy top considered to be Buckland’s highest point. It was 12-hours since we’d left camp but more than four decades since this point had been reached. After the ascent weather conditions worsened, with snow down to base camp. Nevertheless, on February 2 Franz Goerlich, Gross, and I were able to make the first ascent of an unnamed peak we called Monte Niebla, a tribute to the bad weather at the summit. We first followed the main valley southeast from base camp, then after two km went steeply north to reach a glacier west of the summit. From here we reached the northeast face. A snow ridge and 30m of loose rock led to the summit (AD-). Weather now forced us to remain in our tents for the rest of the expedition, frustrated after seeing such splendid unclimbed mountains as Monte Sella. Further details available at www.mtbuckland.com |